💀 HISTORIA de TERROR Real #1 ➕ La Huésped ➕

⚠️ ¡ADVERTENCIA! ⚠️ Esta HISTORIA de TERROR está basada en Hechos REALES. Se sugiere DISCRECIÓN.

LA HUESPED

Noviembre de 2018, Zaragoza

Como todas las noches, Arturo se dirige a su casa tras un duro día de trabajo. Hace frío, y una fina lluvia comienza a empapar sus gafas cuando, finalmente, llega a casa. De normal, aquí comienza su momento favorito de la jornada, ese en el que se puede relajar y descansar del ajetreo diario, sin embargo, lo que él aún no sabía, es que ese día iba a ser muy distinto de lo normal.

A sus 28 años, Arturo vive solo en un pequeño apartamento, en un barrio periférico de la ciudad aragonesa, en España . Llegó a la capital hace tan solo un par de meses, intentando encontrar un futuro próspero en la ciudad.

Siguiendo con su rutina diaria, Arturo se dispone a calentar algo rápido para cenar. Acostumbrado a levantarse a las cinco de la mañana para estudiar un poco antes de ir a la universidad, las once de la noche ya es una hora tardía para él. Da un último bocado y, exhausto, se levanta del sofá dispuesto a  irse a la cama.

Nada más tumbarse escucha como la lluvia arrecia, convirtiéndose en intensa tormenta. Esta circunstancia no hace más que causar una mayor sensación de confort al joven, quien disfruta del momento de relajación que tanto se merece. 

Cuando ya casi está dormido, en un estado de duermevela, un extraño trueno  le hizo abrir los ojos de golpe. No estaba seguro, pero le había dado la sensación de oír cuatro fuertes golpes. 

TOC TOC TOC  

Ahora ya no cabía duda. Alguien había llamado a la puerta. Sin darle apenas tiempo para levantarse y encender la luz, el misterioso visitante volvió a llamar. Arturo se levantó de golpe y se dirigió a la puerta para ver quién podía estar llamando a esas horas. Procurando no hacer ruido, se acercó sigilosamente a la entrada y se asomó cuidadosamente a la mirilla de la puerta.

Al otro lado había una chica, de aproximadamente su edad. Parecía alterada, pero al joven maño no le inspiró ninguna desconfianza ni temor. Al contrario, la chica parecía estar en apuros. 

Como buen caballero, Arturo abrió la puerta para comprobar si la joven no necesitaba de su ayuda. Al ver su rostro se dio cuenta, de que estar empapada y con frío no era su único problema. Su gesto era de dolor y extremada preocupación, su actitud, de miedo, nerviosismo y agitación.   

Nada más abrir, la chica lo miró a la cara y le dijo que era su vecina, que vivía en la misma calle, y le suplicó que le dejase pasar. Le contó que acababa de discutir con su novio, y que este le había pegado una brutal paliza. Le pidió refugio para pasar la noche, y que por la mañana iría tranquilamente a la policía. El chico le preguntó si quería que llamase a la policía, a lo que ella le contestó con un rotundo y tembloroso no. Sin duda, tenía miedo.

Arturo le cedió el sofá, le prestó una manta, y le ofreció algo caliente para tomar, pero ella declinó cortésmente. Le dijo que lo único que quería era intentar descansar.

El joven decidió entonces irse a dormir, no sin un montón de dudas y preocupaciones por la extraña situación. Al llegar a su cuarto cerró la puerta y echó el pestillo. A pesar de que la joven no le había inspirado desconfianza, lo cierto es que no la conocía de nada. Por un momento, al acostarse, pensó en llamar a la policía, pero de repente empezó a oír a la chica llorar y lamentarse en voz baja: “¿por qué? ¿por qué?”. Esto le inspiró una intensa tristeza y pena por la joven, lo que pudo con sus ganas de denunciar lo sucedido en contra de su voluntad.

Al cabo de unos minutos, la chica pareció calmarse y Arturo, se durmió.

A las cinco de la mañana el despertador sonó. El joven se levantó y se dirigió con cautela al salón, donde dormía la chica. Para su sorpresa, esta ya no estaba. Arturo encendió las luces y buscó por el apartamento para ver si había ido al baño o a alguna otra estancia, pero no la encontró. Su primer pensamiento fue que habría vuelto con su novio, por miedo a represalias o algo así, y decidió no darle más vueltas. Comenzó su rutina diaria con un café, y se puso a estudiar. PERO LA HISTORIA NO ACABA AQUÍ.

El día transcurrió con normalidad. Fue a clases, después a trabajar, y finalmente a casa. La lluvia no había parado en todo el día por lo que lo primero que tuvo que hacer al llegar a su piso fue quitarse la ropa empapada que llevaba. Cenó unos trozos de pizza recalentada y se fue a dormir, aún dándole vueltas a lo acontecido el día anterior.

TOC TOC TOC. 

Como en un extraño déjà vu, los golpes en la puerta se repitieron, si cabe, con mayor intensidad. En este caso el joven no titubeó. Se dirigió a la puerta con decisión y se asomó a la mirilla para comprobar que, efectivamente, la escena se repetía. Era la misma chica, en la misma situación. Ésta volvió a contarle que había discutido con su novio y que éste le había golpeado con rudeza. Que le dejase pasar la noche. Arturo cedió nuevamente.

A la mañana siguiente, el joven se despertó decidido a hablar con ella, y a denunciar lo sucedido, pero su huésped, había desaparecido, otra vez. Esto no hizo más que animarlo para contar lo sucedido a la policía. Se vistió, agarró un paraguas y se dirigió a la comisaría más cercana.

Enseguida le atendieron, lo invitaron a sentarse en una silla, en frente de un escritorio en el que un agente le prestaría declaración. Éste le hizo las típicas preguntas, si conocía su nombre, que había hablado con ella, como vestía, etc. Al describir físicamente a la chica, el agente de policía levantó la mirada del ordenador y miró a la cara a Arturo. Sin mediar palabra se levantó y se dirigió hacia una compañera con la que cuchicheó un momento. La compañera se dirigió a un archivador de donde sacó una carpeta y se dirigió a la mesa del interrogatorio. Sacó una foto de la carpeta, la dejó en el escritorio y le preguntó al joven: ¿Es esta la chica a la que se refiere?. 

Arturo, sorprendido de ver en aquella foto a la que, sin duda, había sido la joven huésped de los dos anteriores días, asintió con la cabeza. Los dos policías se miraron el uno al otro, con cara de póquer. La agente se giró a Arturo y le dijo: Eso es imposible, esta chica murió asesinada por su pareja hace justamente dos días.

Arturo, atónito, volvió a revisar la foto, por si se hubiera podido equivocar. Pero no había duda, era ella. Incluso la ropa era la misma. El joven levantó la mirada y vio como los dos policías tenían los ojos clavados en él. Desconcertado y con miedo a hacer el ridículo, el joven se levantó de la silla disculpándose ante los agentes, diciéndoles que debía de haberse equivocado, y salió corriendo de la comisaría. Con la intención de olvidar todo, Arturo se fue a clase y luego, a trabajar, para finalmente regresar a casa. Ya no llovía, ni hacía mucho frío. En un intento por evadirse de lo ocurrido, se tumbó en la cama con el ordenador reproduciendo una serie. No le resultaría fácil pegar ojo, ya que no paraba de darle vueltas al asunto pero, finalmente, poco antes de las tres de la mañana, se quedó profundamente dormido, hasta que… TOC TOC TOC!

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